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¿Cuáles son los primeros síntomas del linfoma?

Se lo recuerda el Instituto de Medicina Tradicional China Guanlong He Kun de Beijing. El síntoma más común del linfoma es la inflamación de los ganglios linfáticos. Esta linfadenopatía se puede sentir en el examen cuando se manifiesta como ganglios linfáticos inflamados en el cuello, la ingle o las axilas. No se pueden palpar otros ganglios linfáticos dentro del cuerpo.

El síntoma inicial de la mayoría de los linfomas es el agrandamiento indoloro de los ganglios linfáticos cervicales, que luego puede descubrirse en otras ubicaciones, como los ganglios linfáticos submandibulares y axilares. Los ganglios linfáticos pueden variar desde soja hasta azufaifa, con dureza, dureza, uniformidad y plenitud medias. El mediastino también es uno de los sitios más comunes de linfoma. La mayoría de los pacientes a menudo no presentan síntomas obvios en las primeras etapas de la enfermedad. El examen de rayos X revelará que aproximadamente el 50% de los linfomas no Hodgkin (LNH) en los lóbulos mediastínicos medio y anterior negativos invaden el hígado.

En algunos casos, la hepatoesplenomegalia puede ser el primer síntoma, pero dado que la mayoría de estos pacientes no tienen anomalías obvias de la función hepática, las exploraciones hepáticas rara vez muestran lesiones grandes que ocupan espacio porque las masas se diseminan, por lo que a veces no es fácil de detectar.

El linfoma tiene tanto manifestaciones locales de estas lesiones como manifestaciones sistémicas causadas por tumores. Alrededor del 10% de los pacientes tienen fiebre, sarpullido, sudores nocturnos y pérdida de peso como sus primeros síntomas.

Algunos pacientes tienen fiebre irregular prolongada con causas desconocidas. Sólo unos años más tarde se descubre que tienen un agrandamiento superficial de los ganglios linfáticos y el diagnóstico se confirma después del examen. También hay algunos pacientes con lesiones ocultas, pero a menudo tienen fiebre baja periódica. La presencia de síntomas como fiebre persistente, sudoración excesiva y pérdida de peso puede indicar la progresión de la enfermedad. Además, el sistema nervioso, la piel y la médula ósea suelen verse afectados.