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¿Es realmente dolorosa la gastroscopia? Revelando tres grandes malentendidos sobre la gastroscopia

¿Es realmente dolorosa la gastroscopia? Revelando los tres principales malentendidos sobre la gastroscopia

Los jóvenes no necesitan someterse a una gastroscopia: La necesidad de que los jóvenes se sometan a una gastroscopia depende de los síntomas del paciente y de la eficacia del tratamiento. Si un paciente presenta síntomas como hemorragia gastrointestinal, vómitos repetidos, dificultad para tragar o pérdida repentina de peso, debe someterse a una gastroscopia independientemente de su edad. Además, algunos pacientes jóvenes con enfermedades gástricas que no responden bien al tratamiento también necesitan una gastroscopia para aclarar la causa y proporcionar un tratamiento sintomático temprano.

La gastroscopia es muy dolorosa: muchos pacientes con enfermedades gástricas rechazarán la sugerencia de realizarse una gastroscopia por una sola razón: ¡miedo al dolor! En realidad, la gastroscopia generalmente no duele. Las principales molestias son las náuseas y la sensación de no poder respirar. Para reducir las molestias, no contener la respiración y regular la respiración es clave y, lo más importante, relajarse y evitar la tensión alta.

La gastroscopia agravará el sangrado: de hecho, esta preocupación es innecesaria. La gastroscopia se realiza bajo visión directa, lo que significa que la mucosa del esófago, estómago y duodeno es directamente visible, por lo que las partes enfermas no se tocarán y el daño se agravará. Además, la gastroscopia juega un papel importante en el diagnóstico de hemorragia digestiva alta. Primero, identifique la causa del sangrado para poder brindar un tratamiento sintomático. El sangrado debido a lesiones superficiales, como erosiones, puede curarse si se diagnostica a tiempo. En segundo lugar, la hemostasia gastroscópica se puede realizar en sangrado activo y en lesiones que pueden causar sangrado activo.

8 tipos de personas necesitan una gastroscopia periódica:

1. Lesiones precancerosas del cáncer gástrico.

2. Tener infección por Helicobacter pylori.

3. Tener malos hábitos alimentarios.

4. Alcoholismo y tabaquismo de larga duración.

5. Estimulación mental y amor de mal humor.

6. Tener antecedentes familiares de cáncer gástrico o de esófago.

7. Aquellos con vómitos de sangre inexplicables y pérdida de peso.

8. Personas mayores de 40 años.