Hijo de la Virgen——Rafael

En el cuadro vemos a la Virgen sentada en un taburete con dulzura y el paisaje a sus espaldas. En este día soleado pudimos ver las montañas lejanas mezclándose con el cielo azul claro. Los arbustos de la derecha nos llamaron la atención sobre la capilla de la colina. Esto nos recuerda que la joven madre y su bebé pertenecen al mundo religioso. Los dos halos que rodean las cabezas de la madre y el niño son símbolos de su santidad. Rafael no necesitaba este símbolo para expresar lo que quería expresar. Pintó a su joven madre con tanta dulzura y su rostro soñador con tanta ternura que cuando la miramos sólo podemos pensar en la Virgen.

Sus grandes ojos no veían nada en absoluto, pues seguían sus pensamientos. Estaba tan perdida en sus pensamientos que no pareció notar que el niño Jesús colocaba sus piececitos sobre sus rodillas. Sostuvo al bebé en su otro brazo.

Al juntar sus manos y su rostro para comprender, sentimos como si se hubiera olvidado del bebé y estuviera pensando en Jesús y su futuro.

Comparado con su madre, era natural que el niño Jesús fuera más grande que otros niños de su edad. La forma en que Rafael creó el retrato del niño estableció el papel central de Jesús en la pintura.

Al observar el rostro de la Virgen María, se pueden ver los contornos suaves, los ojos grandes, la nariz recta y la boca pequeña, que están en consonancia con la venerable forma creada por el destacado escultor griego Plaxi Torres. El parecido entre los avatares de Si es sorprendente. Esto se debe a que Rafael era un artista del Renacimiento que había estado estudiando el arte antiguo. Pero hay diferencias. Rafael pintó el rostro de la Virgen con más dulzura. Hizo las expresiones de las diosas antiguas más delicadas y suaves, dando un nuevo significado cristiano a una antigua obra de arte pagano.