Simulación Científica Española

En una galaxia cercana, una muy rara Estrella de la Muerte explotó masivamente.

Este evento en sí no es infrecuente en el vasto universo. Sin embargo, por primera vez, los científicos han documentado en detalle los cambios de brillo de la Estrella de la Muerte, proporcionando una ventana a cómo se crean estas llamas gigantes.

La estrella es una estrella de neutrones extremos llamada magnetar. Está ubicado en la Silver Coin Galaxy (NGC 253), a no más de 130.000 años luz de la Tierra. En su pico de 160 milisegundos, liberó tanta energía como la que liberaría el Sol en 10 mil millones de años.

Un magnetar es una estrella de neutrones con un fuerte campo magnético. A través de su desintegración se puede liberar continuamente radiación electromagnética de alta energía, principalmente rayos X y rayos gamma. Incluso en su estado inactivo, un magnetar puede ser 654,38 millones de veces más brillante que nuestro sol.

Las estrellas de neutrones son el resultado del colapso hacia adentro de estrellas masivas al final de su evolución. Imagínese unas 2,3 veces la masa del Sol, envuelta en una esfera ultradensa de sólo 20 kilómetros de ancho. Así es como se ven.

La estructura magnética de un magnetar es aproximadamente 1.000 veces más fuerte que la de una estrella de neutrones típica y 100 billones de veces más fuerte que la Tierra. Actualmente, no sabemos cómo ni por qué se formaron.

Pero sabemos que provocan algunos fenómenos muy interesantes que no se ven en las estrellas de neutrones ordinarias. La presión interna de la gravedad y la atracción externa del campo magnético compiten para producir magnetarquakes impredecibles y poderosos. Los científicos ahora creen que estos terremotos estelares son la fuente más probable de señales misteriosas conocidas como ráfagas de radio rápidas, que emiten más de 500 millones de soles en milisegundos.

Pero estos terremotos son inestables e impredecibles, lo que significa que son difíciles de observar y describir. El 15 de abril de 2020, un instrumento de la Estación Espacial Internacional utilizado originalmente para monitorear la atmósfera terrestre detectó algo más distante. Fue un evento llamado GRB 2001415, que luego se confirmó que era un estallido de rayos gamma de un magnetar en otra galaxia.

Ahora, un equipo liderado por el astrofísico Alberto J. Castro-Tirado del Instituto de Astrofísica de Andalucía en España ha utilizado tecnología de Inteligencia Artificial para analizar la erupción en detalle y medir con precisión las fluctuaciones de brillo producidas por el magnetar durante la erupción. La investigación fue publicada en la revista Nature a finales de febrero del año pasado.

Es difícil detectar tales explosiones celestes porque las señales son muy cortas, sus fluctuaciones decaen rápidamente y están incrustadas en el ruido de fondo del universo. Y como ocurre con otros ruidos, es difícil distinguir su señal.

El sistema de inteligencia artificial desarrollado por este grupo de científicos españoles, combinado con tecnología avanzada de análisis de datos, detectó este espectacular fenómeno.

Según el análisis del equipo, esta oscilación es consistente con las ondas de Alfvén en la magnetosfera causadas por terremotos en la corteza del magnetar. Estas ondas rebotan hacia adelante y hacia atrás entre las huellas de sus líneas de campo magnético, liberando energía a medida que interactúan, un proceso llamado reconexión magnética. Sabemos que si esto le sucede al Sol, se producirá una llamarada.

Midiendo las oscilaciones, el equipo determinó que el brillo de la explosión del magnetar era igual o incluso mayor que el brillo del propio magnetar. Eso es bastante espectacular, especialmente considerando el vasto espacio que atravesó la explosión. Este es el magnetar más distante jamás producido para producir una erupción tan masiva.

“Este magnetar parece querer revelarnos su presencia desde sus solitarias profundidades cósmicas, rugiendo con el poder de mil millones de soles”, afirma el científico Víctor Regrero, miembro del equipo de Astrofísica de la Universidad de Valencia. "¡Es un verdadero monstruo cósmico!"